Se Lucha contra la necesidad, no por vanidad.

Por Javier L. Ramos Sepúlveda

En el año 1938 nació Minerva Collazo. No nació en un hospital, como acostumbramos a ver niños nacer hoy día, sino que su madre, Belén Morales, recurrió a una comadrona del mismo barrio de Cuba en Utuado que asistiera su parto. Minerva creció para ver el mundo cambiar frente a sus ojos, pero a sus 73 años aún recuerda muchos momentos de su infancia en los que, necesitando de un hospital o médico, recibió ayuda de algún anciano o curandero. Su padre, Rafael Collazo, santiguaba y conocía de muchos remedios caseros, lo que lo convertía en su barrio en una opción para todo aquel que necesitara intervención médica.

foto48

Sra Minerva Collazo en su juventud

Para poder sumirnos en esta situación de salud pública a la que el ciudadano tenía que adaptarse, es necesario conocer que Utuado es un pueblo al centro de Puerto Rico. En el campo, no se tienen tantos recursos como en la ciudad, y cuenta Minerva que en muchas ocasiones su padre la llevaba junto a sus hermanos a ver como llegaban pacientes en hamacas desde las montañas. Dos hombres o más, así fueran enfermeros o buenos samaritanos, se encaminaban con una hamaca a los lugares a donde los carros no llegaban para buscar enfermos que no podían caminar hasta el hospital. A pesar de que los hospitales eran gratis, en Utuado había pocos y estaban en la escasa zona urbana del pueblo. Minerva presenció como en algunas ocasiones eran necesarios más de dos hombres para llevar al hospital a personas en sobrepeso y también, para desgracia de cualquier niño, tuvo que ver personas con la piel descompuesta o un físico “putrefacto” a causa de lombrices u otras enfermedades. Esto nos muestra un poco la ignorancia a muchos aspectos de la medicina que han ido mejorando con el tiempo, y de algunos de los medicamentos y remedios que conocemos que no existían en aquel entonces. También, a pesar de que no fue un problema para Minerva, podemos ver lo complejo que era vivir fuera de la zona urbana y de no conocer una autoridad en la medicina que pudiera brindar auxilio.

Para las décadas del 1930 y el 1940, nuestra relatora nos dice que la gente le temía a los doctores o dentistas, ya que tomaban medidas extremas contra cualquier síntoma que no entendieran. Un dolor de muela significaba la pérdida de la misma, y así con cualquier diente que se dañara. No existía otro remedio que sacar el diente y prevenir infecciones o enfermedades. A pesar de lo práctico de estas medidas las personas no lo entendían, y preferían quedarse con sus dientes o sus síntomas por más dolorosos que fueran. Esto quizás justifica el que las personas no fueran al doctor al percatarse de la existencia de gusanos en su defecación. En fin, las personas preferían expresarle sus preocupaciones o síntomas a alguien que conociera (aunque fuera sólo un poco) acerca de remedios caseros o medicina.

Minerva Collazo so siempre contó con la presencia de su padre santiguador, que murió a temprana edad dejándola a merced de sus abuelos. Los abuelos de Minerva la criaron y la cuidaron con medicina casera, por lo cual Minerva nos habló de algunos métodos para evitar síntomas sencillos de enfermedades comunes y algunas maneras de mantenerse saludable. Por ejemplo, para algo tan común como la fiebre, Minerva comía caña agria endulzada con miel. Lo cual no sabía nada mal, según nuestra relatora.

La dieta de ésta época también era diferente a la nuestra, y nos narra Minerva que sufría mucho de empachos. Los empachos son malas digestiones, ante lo cual deberían enfrentarse con teses de tártago y sobos diarios de algún santiguador. A los dolores de cabeza, se le recetaba ponerse hojas de salvia y hojas de café amortiguadas en la frente con un trapo. Para los dolores de muela, los abuelos de Minerva le prepararían un té de raíces de moriviví, y para evitar las lombrices cada cierto tiempo le daban teses de pasote.

Aparte de síntomas conocidos por la mayoría de las personas, también nos cuenta Minerva de remedios y técnicas para otras necesidades. Minerva fue madre de tres, por lo cual es razonamiento obvio que después del primer hijo busco “hasta dentro de la tierra” por medicinas o remedios para el dolor del parto y los dolores post-parto. A la barriga fecundada, le aplicaría Aceite de Castor con malta, siendo el Aceite de Castor un producto que se podía conseguir en cualquier farmacia. En caso de que se quisiera abortar, Minerva cuenta que muchas mujeres solían tomar teses de salvia. Para los dolores de post-parto se mojaba pan tostado en calderos grandes de agua, y esa agua se mantendría caliente hasta que la mujer la tomara completa. Para facilitarse luego los dolores de criar el niño, Minerva daría a tomar agua con azúcar a sus niños recién nacidos para que durmieran.

Minerva le tenía terror al parto. Las historias que escuchaba de su abuela, de su madre, y de las mujeres del barrio le inspiraban el deseo de nunca tener que traer un niño al mundo. Fue la religión y un casamiento en una sociedad muy machista, lo que la obligó a traer un niño al mundo, lo que Dios llama “continuar con la creación”. A pesar de que existían muchas medicinas para evitar dolores, Minerva no tenía el dinero para comprarla para sus hijos o para uso propio.

Para poder llevar una vida saludable Minerva tuvo que recurrir a remedios caseros y técnicas aprendidas de personas mayores. Evitaría los ataques con agua de azahar, combatiría la ceguera acostumbrando a sus hijos a tomar café negro puya, intentaría terminar con la ferocidad de los orzuelos con ajíes caballeros, desinfectaría heridas abiertas con Gas Querocén, (gas que se usaba en aquel entonces para prender estufas y quinqués) y envolvería las extremidades torcidas de sus hijos con mancha de mapén. Todo esto se podría ver de manera jocosa como una guerra efectiva contra el sistema mercantilizado de la medicina, pero desgraciadamente las narraciones de Minerva nos cuentan lo contrario. Cada enfermedad que atacaba la familia, así fuera una enfermedad conocida o desconocida, significaba gastos de dinero con los cuales no se contaba. No fue hasta que sus hijos se convirtieron en adultos profesionales que pudo Minerva tomar un respiro, tratando de evitar el pensar en que ya algunos pocos años tendría que cuidar entonces de su próxima vulnerable salud.

Todo este mundo del cual no hablan los libros de historia en los sistemas de educación pública, a la hora de narrar la historia de nuestro sistema de salud, en opinión de Minerva crea una ignorancia que perjudica aún hoy día a las familias que son atacadas por una enfermedad. Hoy existen más medicinas, y estos remedios caseros para síntomas comunes han sido convertidos por los medios de comunicación en remedios anti-higiénicos. Los doctores y las compañías encargadas de los planes de salud de hoy día se encargan de hacer de todos esos remedios y técnicas motivo de risa, cuando en un pasado mantuvieron saludable a muchas personas. “Se trata de seguir sacándole chavos a las personas que sufren para que dejen de sufrir”, nos dice Minerva al enseñarnos muchos medicamentos que usamos hoy día para evitar la fiebre, los catarros, los mareos, los dolores de cabeza y muchas otras cosas mientras cuando ella era niña no debía preocuparse de los gastos económicos a la hora de combatir síntomas. Un simple viaje a la finca y una madre conocedora que podía preparar lo necesario podría resolver todos los problemas de Minerva…y de no ser así, en el vecindario existía o debía existir una persona que conociera lo suficiente para ayudar.

Es bueno escuchar historias del pasado, de cómo las personas se resolvían para mantenerse saludables y libres de molestia. En algunos casos, incluso, alguna planta o remedio le salvaría la vida a las personas. Sería de suma hipocresía no decirle a mis ávidos lectores que lo necesario de ver los cambios que tienen nuestros sistemas económicos o culturales, es que estos cambios no surgen por simple motivación del destino, sino que fuerzas mayores cambian y cambiarán nuestras vidas por el poder. Minerva Collazo sobrevivió a la pobreza y no por suerte, sino por una cultura de lucha y supervivencia que existía en los habitantes del campo de Puerto Rico, que si se trata de genética, me enorgullece decir que Minerva no es desconocida de toda la vida, sino al contrario, es la madre de mi padre.

Inicio